lunes, 16 de noviembre de 2009

La Navidad que viene


El verdadero Maestro, que no soy yo, está expectante porque muy pronto llega su cumpleaños. Él me dice que no le molesta que lo celebremos el veinticinco pero, que realmente él nace en los corazones de las gentes de bien cada vez que alguien se acuerda de alguna enseñanza suya y la pone por obra.






Está algo preocupado porque muchos perotes no llegan a fin de mes; incluso necesitan comida para sobrevivir. Escucha que la maldita crisis no quiere irse de hogares que antaño le abrían sus puertas de par en par y ahora las tienen medio encajadas.



Por otro lado, me dice que no entiende muy bien como iluminamos calles, nos intercambiamos regalos o hacemos suculentas comidas sin acordarnos de que está preparado para que alguno de sus consejos los pongamos en práctica y no nos limitemos sólo a felicitarnos y a escuchar lo buenos que podríamos ser.


Está triste porque no sabemos escoger bien la figura del Belén que nos gustaría ser. Casi todos lo escogemos a él para recibir los regalos de los Magos. Sin embargo nadie escoge a los pastores para ser testigos de noticias que marquen de nuevo el rumbo de la historia.



De la Virgen y San José ni hablamos, mas bien los miramos de reojo; nos cuesta mucho hacer lo que ellos hicieron, asumir retos con arrojo, huir de las habladurías y sobre todo plantarle cara con valentía a los problemas que nos vengan.



Cuanto bueno haríamos si nos pareciéramos a María de Nazaret, intentemos por un momento manifestarnos igual que Ella estos días: sonriendo y mirando al Maestro naciente. ¿Qué pasaría si encontramos un ratito para mirarlo en silencio? Si no te salen las palabras, no importa. Imitémosla y así ayudaremos a otros a mirar con ternura la figura central del Belén.



Es verdad que a algunos nos toca ser mensajeros de los Reyes Magos, aunque los mensajes no son siempre discernidos bajo el verdadero sentido común. Por ello, tenemos que tener meticuloso cuidado y estudiar bien no los regalos que queremos, sino los que necesitamos.



De otra parte el Maestro me insiste en que igual que él, estamos luchando como jabatos para vencer la desesperanza. Y que cómo él, recogemos frutos como este primer número de Tu Pueblo y sentimos que desde el pesebre hasta la Cruz su presencia debe ser la referencia de niños en las escuelas, la ilusión en los jóvenes que encauzan una nueva vida y el consejo en los que desde la experiencia nos surten de sabiduría.

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