Sitio donde compartiré mis vivencias, opiniones y sentimientos que nos regala Dios en nuestro devenir diario.
sábado, 19 de noviembre de 2005
Espíritu San Pablo
Una vez leí de Sevilla que hay ciudades que enamoran, y no se sabe por qué. Ciudades de las que te vas y te alejas, pero siempre sabes que volverás, porque te marcan para siempre. Y para mi Sevilla es así, algo parecido al Colegio San Pablo.
Por eso siempre que conozco un sitio nuevo, nunca me quedo en la estética. Es verdad que la arquitectura, el marco y la ubicación de los mismos ayudan sobremanera. Pero, ¿qué sería de los pueblos sin sus gentes?... Pregunta que tuve muy clara desde que en septiembre de dos mil uno, llegue a San Pablo con la expectación de afrontar nuevos retos.
Retos que tuve la suerte de compartir con un buen puñado de compañeros que, sin darme cuenta, se iban convirtiendo en buenos amigos en torno a algo que en su día alguien bautizó como “Espíritu San Pablo”. Un espíritu que durante estos cuatro años fue todo lo contrario a algo abstracto o difuso. Fueron momentos no solo vividos, también sentidos, que forman un cúmulo de recuerdos como la sencillez picarona de Miguel Sepúlveda, la mirada celeste de Paco Rodríguez o el saber estar de Alma. Alumno, padre y compañera de los que tuve la suerte de disfrutar poco tiempo pero que de alguna manera sigo sintiendo como algo propio.
Y como recordar es volver a vivir, no pasa ni un solo día sin mirar de reojo la camiseta blanca que tuve que ponerme en el almuerzo del pasado junio, enmarcada con imágenes de estos cuatro años. Me parece que es cuatro de octubre y asomado al patio de infantil escucho cantar a los niños “Feliz, feliz en tu día…” , o aquel noviembre cuando quisisteis estar cerca de mi posesión como Hermano Mayor; o cuando abro mi escuela y la cereza del valle del Jerte cuelga del llavero… Hasta tuvimos la suerte de compartir la subida al cielo de Juan Pablo II con aquella resurrección de “Godspell” en la Parroquia de Álora.
Cuantos privilegios tuve la suerte de vivir y que rápido pasa el tiempo. Atrás quedaron los rincones de Séneca, montones de matrículas, súper madrugones, los besos de Nacho, memorias informativas… y algún que otro mal rato. Experiencias que me hicieron crecer como profesional y sentirme agradecido a la “Fundación Diocesana Santa María de la Victoria” por conocer otra más, y ya cuento seis, de las realidades educativas que encontramos en nuestros centros.
En fin, no debo dejar pasar la ocasión de reiterar las gracias a toda la comunidad educativa. Estos párrafos, que en principio creía fáciles, son mi compromiso con todos. Aunque he procurado que no aparezcan nombres, cada uno sabe el lugar que ocupa en mi corazón.
Eso si, permitidme despedirme con un abrazo y reconocimiento especial a mi amigo Anastasio; el fue quien me abría las puertas aquel curso 2001-02, quien me da el primer abrazo cuando voy y uno de los pilares fundamentales que sostienen nuestro Colegio.
(Publicado en la Revista EL CIPRÉS que editaba la AMPA del extinto Colegio San Pablo)
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